Los hijos de la libertad
El ejercito republicano se batía en retirada, todos huían del asedio de las tropas nacionales y de los bombardeos de la Legión Cóndor. Entre el polvo y la humareda; gritos, miedo, rabia y dolor. Brunete era lo más parecido al infierno aquella calurosa tarde del 25 de julio del 1937. Fernando Plaza, un joven miliciano que iba en un carro armado cubriendo la retirada, vio desde la escotilla como ocurrió todo. La fotógrafa Gerda Taro cayó de la estribera del jeep del General Walter, Fernando la vio tambalearse por la carretera hasta protegerse en el ribazo. De repente, un tanque de construcción rusa T-26 del ejército republicano, conducido por su amigo y paisano Aníbal González, irrumpía en la carretera desde campo abierto. El pesado vehículo pasaba sus cadenas entre el ribazo y la joven fotógrafa. Fernando hizo señas a Aníbal en un intento inútil de advertencia. Su vientre había sido aplastado por el pesado hierro, pero no murió inmediatamente. Mientras preguntaba por sus cámaras de fotos, Gerda fue evacuada al hospital ubicado en El Escorial. No se pudo hacer nada por su vida y murió al día siguiente, pocos días antes de cumplir 27 años de edad.